LOS ERRORES DEL SISTEMA EDUCATIVO ACTUAL
No hay duda de que el
sistema educativo actual hace agua por todas partes y no permite progresar
hacia una mejora de la calidad educativa, como ponen en evidencia los pobres
resultados obtenidos por los alumnos españoles año tras año en las pruebas de
evaluación internacionales como PISA. Ante estos resultados, muchos buscan vías
de escape para justificar los malos resultados achacando a la poca preparación
del profesorado, a la baja formación de los padres o incluso al aumento de la
inmigración. A pesar de que se intenten buscar excusas y se evite la
autocrítica lo cierto es que los malos resultados son consecuencia directa del
sistema educativo que diferentes gobiernos han ido amoldando a su gusto
confundiendo la educación con un negocio político. Pero, ¿cuáles son los verdaderos
motivos por los que nuestro sistema educativo no adquiere los mismos resultados
que otros sistemas como el anglosajón o el finlandés?
A pesar de los esfuerzos realizados para mejorar la
educación de los alumnos españoles, los diferentes gobiernos han caído y siguen
cayendo en el mismo error: se han empeñado en transmitir conocimientos y han
relegado a un segundo plano la transmisión de valores, el sentido
crítico, el esfuerzo y la enseñanza participativa.
Nuestro sistema
educativo hace tiempo que dejó de lado favorecer el esfuerzo. Los diferentes
gobiernos trataron de afrontar el fracaso escolar de la peor manera posible:
con la progresiva rebaja del nivel de exigencia al alumno, como si se tratara
de adaptar la educación a las exigencias del alumno, cuando el sentido común
indica que debería ser al revés. La falacia de la igualdad en la enseñanza nos
ha llevado a disminuir el nivel educativo hasta el punto de que un alumno con
tres asignaturas suspendidas tiene derecho a pasar de curso originando así
alumnos en etapa universitaria incapaces de tener una conversación en inglés o
con dificultades para determinar en qué siglo vivieron los reyes católicos. La
culpa no es de ellos sino del poco esfuerzo que se les ha requerido en el
transcurso de su formación.
Decir que todos los
alumnos son iguales y que hay que disminuir el nivel para que los alumnos menos
inteligentes o los que provienen de familias con poco ambiente intelectual
puedan seguir el ritmo de los alumnos que provienen de familias con estudios
universitarios es un error que nos ha traído, entre otras cosas, estos pésimos
resultados educativos. Si para lograr la “igualdad” se baja el nivel, sólo
conseguiremos perder el tiempo y formar ciudadanos poco preparados. Exigiendo
poco para que no se note la diferencia hace parecer que, en vez de enseñar, el
objetivo principal es que nadie se quede atrás. Tratar de igualar a todos los
alumnos, haciendo que los más trabajadores e inteligentes no den de sí todo lo
que pueden, es cometer con ellos una gran injusticia y no beneficia a nadie.
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